Crónica de festivales: FIB jueves 18-07-2019


Foto: Pau Bellido

El Festival Internacional de Benicàssim nació un agosto de 1995, el mismo año que servidora vino al mundo. Desde pequeña he crecido entre discos de Simon & Garfunkel, Dire Straits, El Fary, Estopa o Amaral. Mis gustos musicales siempre han sido diversos y he tenido una sensibilidad, únicamente a nivel emocional, muy desarrollada por la música. Así que, este año, acudiendo por tercera vez al festival que me cambió la vida, tuve la suerte de acreditarme como prensa y mostrar a los lectores qué es la magia del FIB, el porqué una vez has ido siempre quieres volver.

Seré sincera, este año el cartel no me producía el hype de los anteriores. Aun así, quien ya ha estado en ediciones anteriores, sabe que el FIB va más allá de las confirmaciones. Vine con los deberes hechos, escuchando algo de todos los grupos confirmados, salvo los Djs, por lo que sabía que pese a no tener grandes cabezas en comparación a otros festivales de grandes tallas como el BBK, MadCool o el Primavera Sound, su línea media era interesante.

Foto: Pau Bellido

Pulsera ya en la muñeca y con nuestro kit de bienvenida, nos acercamos a ver al grupo castellonense Novio Caballo. Sabía que tenían disco ya acabado pero que no lo habían sacado al mercado todavía por cuestiones de la discográfica, por lo que la curiosidad me mataba por escuchar algo más que sus dos hits Jesús es Negro o Mi arte. Llegué justo al final, así que solamente pude escuchar la primera canción antes nombrada.

Foto: Pau Bellido

El jueves solamente abrieron el escenario Carrefour, no nos movimos de allí mas que para recargar bebida. Puntuales pese a lo punk que son, los irlandeses FONTAINES D.C. comenzaron por todo lo alto, congregando a un elevado número de británicos con banderas de Irlanda y de la Unión Europea. Fueron unos macarras, fumando mientras tocaban, pero luego fueron terriblemente educados y bajaron a firmar y charlar con todos y todas sus fans.

La gran diva MARINA, uno de los conciertos más esperados de esta edición, nos hizo bailar como colegialas. Sus cuatro bailarines no solamente animaron a las primeras filas que es donde se suelen congregar los fans más acérrimos, sino que los que evitamos el gentío y marchamos a las esquinas frente a las pantallas, sacudimos las caderas incluso en las canciones más tranquilas como To Be Human.

Kodaline fueron un poco bluf. Sonaban bien pero no tenían el factor X que hace que una actuación te enganche. Recordaron a las canciones más lentas de Mumford and Sons o James Blunt. En definitiva, el hilo musical de fondo de la cena. De hecho, la cena se alargó más de lo debido porque Action Bronson tuvo problemas de sonido. En un intento de justificarse en español tras 45 minutos de retraso dijo algo como «Estos motherfuckers no tienen la fucking cosa mía [sic]». Estaba tan furibundo que rompió tres micrófonos en el escenario y llegó a empujar a un trabajador, que según los rumores que entre algunos de prensa, era el propio tour manager que tras este incidente tenía intenciones de dimitir. Cuando al final las pantallas se iluminaron con las corridas de los San Fermines (¿Qué necesidad había de esto?) se inició el show. Cuatro canciones que pasaron sin pena ni gloria.

Foto: Adrián Morote
Foto: Adrián Morote

Todo cambió cuando Fatboy Slim vino a salvar el desastre de las últimas horas. No cabía ni un alfiler. Todas las almas del recinto pululaban esperando a que la carita amarilla sonriente marcara el inicio del show. Norman Quentin Cook puede superar la cincuentena pero jamás olerá a naftalina como otros artistas de su quinta. No sé si eran los visuales con gifs de Childish Gambino, las escenas de gritos de películas porno o las transiciones de caras célebres mezclándose en una amalgama cuasi inidentificable lo que hizo que no pudiera apartar la vista de las pantallas mientras mis pies solamente tocaban suelo para coger impulso para seguir saltando. Brutal, bizarro, bárbaro. Fue un cierre por todo lo alto. La única pega, que no tenía nada que ver con nuestro amado Fatboy Slim, es que el cierre fuera tan pronto. ¿Qué narices hacíamos a las tres y media con toda la fiesta encima? Pensamos incluso en ir al BOOM, el mítico after post-FIB. El terrible “pero” es que quedaban tres días más de festival y fuimos sabios al irnos a descansar. Todavía quedaba lo mejor.

Texto: Adriana Delgado @cubobinski

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