Crónica de conciertos: Yo Diablo + Pelo Mono. 16 Toneladas, Valencia. 31-10-2019


Noche de brujas, y la sala 16 Toneladas tenía preparado un brebaje salvaje con altas dosis de rock’n’roll aderezado con sonidos más exóticos, una pizca de country, y mucho blues, surf, aullidos y serpientes. Y es que precisamente Yo Diablo, el proyecto de Marcos Herrero, presentaba en directo su álbum début “Serpientes”, con unos invitados de lujo: Pelo Mono, el dúo enmascarado tras el que se esconden Pedro de Dios (Guadalupe Plata) y Antonio Pelomono.

A la medianoche, un misterioso guerrero mexicano, escoltado por un batallón de pedales, y un distinguido gorila subían al escenario para orquestar toda la cacharrería allí presente. Bajo una atmósfera de terror y ciencia ficción propias de la serie B, Pelo Mono emergían del averno para abrir una noche de ritmos tan turbios como hipnóticos, con una serie de loops que iban marcando los sonidos de base más graves, acentuados por una batería muy poco convencional, donde una vieja maleta, un cubo de pintura y un cubo de basura reemplazaban a los toms y el bombo, mientras las maracas se solapaban con los platillos puntualmente. Mención especial para las melodías guitarreras de Pedro de Dios, que tan pronto parecen invocar a Link Wray, como al rythm and blues más selvático, y es que sobre las cuerdas sus manos parecen transformarse en las raptoras patas de una mantis que, a toda velocidad, va componiendo un rock’n’roll instrumental difícil de clasificar. A toda esta amalgama sonora, se sumaban de vez en cuando distorsiones y las melodías analógicas de un pequeño stylophone en temas como “Sonido Amazónico”. El broche final lo puso “Waaaaght!” con los gruñidos cavernosos del guerrero mexicano y un sonido que explora algunos derroteros más surf. Una propuesta la de Pelo Mono que en directo resulta tan sucia, en el buen sentido de la palabra, como magnética gracias a esos sutiles ritmos jazzísticos que subyacen en gran parte de unas melodías que te hacen contonear golpeando incensantemente el suelo con los pies.

La sesión de grindhouse sonoro continuó sobre el escenario, pero esta vez de la mano de Yo Diablo, con un aquelarre de sonidos infernales en medio de un inhóspito desierto o alguna carretera solitaria. Marcos Herrero a la guitarra y voz, junto a Lluisen a la batería, abrieron enérgicamente con “Mosquito”, donde los ritmos country y psychobilly se aceleraban mientras la voz escupía una elegía psicótica a los mosquitos. La estela de Ry Cooder parecía flotar sutilmente en el siguiente tema,“Hojalata”, para acabar desvaneciéndose a medida que empezaba a emerger la huella del folklore colombiano con “Cumbia Inferno (Si Verías)”, momento en el que el dúo Pelo Mono volvió a aparecer en escena acompañando a Yo Diablo a la percusión. Pronto volvieron los raudos ritmos del spaghetti western con “Fuego, Miedo, Ajo y Balas”, en la que que tanto Marcos como Lluisen parecían poseídos por sus propios instrumentos, hasta que se hizo la calma en forma de serenata cubana al compás de “Bolero”, donde irrumpieron a modo de guiño los acordes de la archiconocida “Bésame Mucho” de Consuelo Velázquez.

Llegados a la primera mitad del concierto, Yo Diablo nos brindó el adelanto de dos nuevos temas pendientes de grabar para un próximo disco: “Funeral”, donde Marcos Herrero dejó aparcada su guitarra habitual para empuñar una guitarra de doce cuerdas, e “In Memoriam”, dos canciones más melódicas entorno a las que parece orbitar la temática de la muerte. Y entre estas dos novedades, se coló una brillante versión del “Dazed and Confused” de Led Zeppelin (aunque original del británico Jake Holmes). “La Pared” fue el tema con el que regresaron al álbum “Serpientes”, empezando con un ritmo mucho más sensual y cristalino que acabó transformándose en una especie de boogie embalado. Y tras la calma, la tormenta, con un aluvión de golpes ininterrumpidos a la batería y una guitarra mucho más rockabilly de la mano de “Un error”: “un error, un error” espoleaba el dúo sobre el escenario, y claro, el público empezó a animarse con un pequeño pogo incipiente que acabó eclosionando con los dos últimos temas: “Solo” y “Serpientes”, dos canciones de ritmos obsesivos y demoníacos que no podían más que exaltar los ánimos de la sala haciendo sucumbir a la audiencia ante este rock’n’roll envenenado por el diablo.

Texto: Patricia Alambiaga / Fotos: Carlos Ciurana

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