Crónica de conciertos: León Benavente. Palau de Les Arts, Valencia, 04-03-2022


Emplazamiento de lujo para un concierto muy esperado: León Benavente en el Palau de les Arts de València, presentando su nuevo álbum “ERA” (2022, Warner Music). La anterior ocasión en la que pudimos verlos fue este verano en los conciertos de Viveros. Ocasión de gala ésta vez y se notaba en la media de edad del público asistente, algo más alta que la habitual en sus actuaciones. El bolsillo manda. Más edad pero mismas ganas de verlos, de disfrutarlos, y como comprobaríamos más tarde… de festejarlos. Antes de empezar, las ganas ya flotaban en un aire algo borroso por el humo.

Por fin la oscuridad y aparecen en el escenario. Sintetizadores y los primeros acordes de “Líbrame del mal” nos dan la bienvenida al concierto y a su nuevo trabajo, “ERA” con Abraham Boba sentado a los teclados, para recitar esta carta escrita para el futuro que nos sabe a cóctel de David Bowie (“Heroes”), Lightning Seeds (“Pure”) con un buen aderezo de New Order. Una receta que no puede saber más que bien para abrir boca. Saludos a València al acabar, para continuar con “Di no a la nostalgia”. Algo más de oscuridad en el ambiente, con esta hipnótica canción con matices progresivos que recuerdan a grandes como Pink Floyd (a mí la guitarra tras el estribillo me transporta a “The Wall”) que sin embargo pretende encorajarnos para afrontar el porvenir. Continúan atravesando esta nueva “ERA” con “Persona”. Bases electrónicas que invitan al baile y a pensar que debemos aprender a ir dejando el covid atrás. A ellos les debe gustar Depeche Mode y New Order, y a nosotros también.

Ahora, un paso atrás en su discografía (“Vamos a volvernos locos”, 2019). Es momento para “Como la piedra que flota” y nosotros, a flotar con ellos. Boba ya se encuentra muy cómodo, y combina los teclados con la primera línea para cantar esta sinuosa y laberíntica canción. A continuación “Estado provisional”, una canción que no pueden dejar fuera de su repertorio en tierras valencianas (“Y resisto, como resisten en el barrio de Cabañal… No es eterno, es un estado provisional”). Tras decirnos “Bona nit” y agradecernos estar allí, había que sacudirse algo la melancolía (pero no mucho) y volver a esta era con “Canciones para no dormir” con Boba sentado al teclado. De nuevo recuerdos nostálgicos que sin embargo quieren hacernos bailar. Los Miqui Puig y Love of Lesbian más bailables en el ambiente.

Con “Todas las letras” nos transportaron al recital sensual y serpenteante de su particular abecedario. Concesiones al kraut más minimalista pero lleno brillo y nervio. A estas alturas ya era imposible permanecer sentado (“Otra más, otra más, otra más…”). Y como queríamos más, más nos dieron. Con “Amo” y sus vientos sampleados para el inicio, nos cantaron al amor más erótico e instintivo, con un público ganadísimo que ya se encontraba en un 75% en posición vertical.

Nos adentramos en su vertiente más perversa e industrial con “Te comes mi corazón”, y queremos no pensar en nada mientras no arrasa la contundencia de este tema que va creciendo en intensidad. “La gran muralla” se revela como otra de las grandes letras de Boba a tener en cuenta. Un magnífico crescendo para la crónica de lo que pudo haber sido y no será (“Nuestra casa iba a ser un palacio, nuestro equipo campeón del mundo. Nuestras noches, las noches más largas de todo el sur de Europa. Íbamos camino de ser protagonistas en un libro de aventuras. La nuestra iba a ser la historia más grande jamás contada”…). Pero ante la derrota, dignidad, clase y sosiego, en esta balada con momentos de tormenta percusiva. Con canciones así, León Benavente vuelve a demostrar que existe un tiempo para la reflexión pero también para el baile.

La vida que nos esperaba era llegar a la otra orilla. Con la celebrada “La Ribera” nos pusimos un poco tristes para luego darlo a todo en el estribillo (“Esto y esto se vende”) a pleno grito. Descarga punk y exorcismo que necesitábamos. Le siguió “La canción del daño”, el pixiesco tema que con un medio tiempo nos fuerza a preguntarnos qué coño estamos haciendo con nuestra existencia con algo de melancolía bajo el martilleante bajo de Eduardo Baos, las atmosféricas guitarras de Luis Rodríguez y la contundente batería de César Verdú.

No podemos pensar que el trece pueda ser un número que dé mala suerte si es la hora de que suene un tema tan delicado, ensoñador y preciosista como “La cámara de ecos” con reminiscencias a Nacho Vegas. Una balada enigmática, misteriosa e inquietante con una extraña belleza que te atrapa.

De nuevo toman el protagonismo las bases electrónicas con el sintético “Mítico” y su distorsionado inicio vocal. Palabras esdrújulas y música dance que pasan por delante como un suspiro, y un final tecno que nos transportó al “Temptation” de New Order. Sin parar, es el turno de la espídica y avasallante “Disparando a los caballos”. Una bofetada metalera y sonora que nos hace pensar sobre el control y el pueblo (“No cambia el poder, solo cambia de manos”). “Somos personas intentando ser personas”, y dejándonos atrapar por ese adictivo ritmo que nos recuerda al speed metal de los 80’s.

La espita de la rabia ya estaba abierta. Con el impulso y sin frenarse, nos hicieron tocar la “Gloria”. El baile ya era desatadamente generalizado en toda la sala. Éxtasis con una de las canciones más cantadas del setlist. Ocasión para los agradecimientos para el equipo técnico allí presente. Era momento de relajarse un poco (un mucho) con la sarcástica “Viejos rockeros viejos”, del nuevo disco. “Hay que saber irse de una fiesta” y saber que influencias como Blondie, B-52’s, Talking Heads, Simple Minds o Radio Futura no pueden ser más que un acierto para hablar con propiedad del pasado musical. Con “Ser brigada” el recinto se vino abajo, y sirvió de despedida para que abandonaran el escenario… para luego volver y rematar la faena con dos temas más. La mordiente y ácida carta aspiracional de “Tipo D” que ya sabemos sobradamente que es un hit, y para poner el broche a la velada, la poética evocación post-resaca de “Ayer salí” que se transforma en fiesta total.

Me cuesta ser objetivo con una banda como León Benavente. Sólo diré que se mantiene el correspondido idilio del grupo con esta ciudad. Ellos lo saben, nosotros lo sabemos, ellos saben que lo sabemos y nosotros sabemos que lo saben. Brindis por esta historia, que no es otra que la nuestra.

Texto: Javier Terrádez
Fotos: Jara Barrachina/Javier Terrádez

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