Crónica de conciertos: Avalanche Kaito + Guante – 16 Toneladas, Valencia. 27-11-2022


Domingo tarde y un pequeño grupo de resistencia frente al mundial de fútbol se congregó en el 16 Toneladas para invocar a las fuerzas telúricas que el colectivo Sufre Sound System nos trajo de la mano del trío Avalanche Kaito y Guante.

Abriendo para Avalanche Kaito, pudimos asistir al debut de Guante en directo, el nuevo proyecto de Salomón Ibáñez (guitarra), Morgan Peckosh (batería) y Gilles Martin (bajo), rescatando sonidos herederos del krautrock e incluso del rock progresivo para darles una vuelta de tuerca mediante algunas oscilaciones funky.

El resultado, un buen puñado de rugientes temas instrumentales cuyo hilo melódico te va atrapando e incitando a la agitación corporal. Por el momento, no hay huella de material publicado en plataformas digitales, así que habrá que ser pacientes y seguir el rastro de Guante.

Por su parte, Avalanche Kaito, el trío compuesto por el griot burkinés Kaito Winse (voz, arco musical, percusión y flautas) y los belgas Benjamin Chaval (batería, bases programadas) y Nico Gitto (guitarra) ofrecieron un directo absolutamente arrollador, en el que presentaron su primer larga duración publicado precisamente este año.

Apareció Kaito cantando a cappella entre el público para subir al escenario junto con el resto de la banda y dar paso a unos ritmos tribales casi atávicos junto con la guitarra y la batería, cadencias obsesivas y de gran contundecia con giros rítmicos inesperados que parecían emerger del interior de la tierra poseyendo a Kaito en una serie de enérgicos bailes espasmódicos de tradición africana, todo un ritual ruidístico que pareció sumergir a los allí presentes bajo un hechizo chamánico, en el que todos acabamos entonando «Toulele».

Cerrando ya el concierto, Kaito bajó del escenario para seguir bailando frenéticamente entre la audiencia, pero allí seguimos pidiendo más, así que el trío ofreció un tema más, en el que esta vez fue Nico Gitto el que bajó del escenario colocando su guitarra sobre el suelo e instando a que el público pellizcase las cuerdas como en un ejercicio de improvisación experimental comunal, un ejercicio que podía haberse prolongado hasta el infinito pero que finalizó cuando ya nadie osó acercarse a tocar la guitarra. Un concierto catárquico en el que el poder del ruido, los ritmos tribales, y el carisma de Kaito acabaron subyugando por completo al público.

Texto y fotos: Patricia Alambiaga

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