Crónica de conciertos: Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra + La Fúmiga. Jardines de Viveros, València. Jueves 5-07-2018


Al Kusturica cineasta hará unos 15 años que me topé con él, cuando me dio por acudir –solo– al pase de “Underground” en el salón de actos de la facultad de Historia. Esta fue sin duda, una de sus películas más aclamadas y representativas de su buen hacer como artesano del noble arte de fabricar cine. Totalmente alejado de cánones estéticos impuestos por la industria estadounidense, Emir Kusturica siempre se ha valido de la autenticidad para mostrarnos historias y situaciones increíbles. Huelga decir que desde entonces quedé fascinado y seguí sumergiéndome, tanto en su filmografía, como en un elemento tan importante que la arropa y que es parte tan esencial de su obra, como es la música: imprescindibles Goran Bregovic, Fanfare Ciocarlia…

De calentar motores y acondicionar el ambiente ya se encargó el grupo de Alzira, la Fúmiga, que a base de una enérgica fusión de ska, punk, folk valenciano, etc. fueron dignos teloneros de los que se pudo disfrutar de temas propios y versiones de Skalariak (“Sólo vivir”) o Aspencat (“L’Herència”, “Som Moviment”…) entre otras, y una animada interpretación de la Muixeranga.

El hecho de que este año, la faceta del Emir Kusturica músico, dejara verse por nuestra ciudad, junto a su inseparable No Smoking Orchestra (la banda de Belgrado este año celebra sus 20 años de colaboración mutua), me hacía bastante ilusión. Todo un acierto por parte de la organización de los conciertos de julio de la Gran Fira de València, que este año sigue apostando por la variedad. Lo cierto es que la actuación no dejó indiferente al público que compartió esta velada en los jardines de Viveros. De gira de presentación de su último trabajo “Corps Diplomatique” (marzo 2018), su salida al escenario -que estuvo precedida por el himno de la URSS- ataviados como revolucionarios mexicanos fue toda una declaración de intenciones.

Desgranando buena parte de su nuevo álbum; la animada instrumental “Tarentella”, “Life is a miracle”, “Fuck You MTV” -más ‘balkanrokera’- y donde Emir pidió que se coreara el estribillo, “Cerveza” cuya letra es cantada en un curioso pero inteligible castellano, ritmos latinos en homenaje al desaparecido ‘Rey de los timbales’ con “Tito Puente – Maria Cervantes”,  “From Chicago To Milano”, “Comandante”… la banda supo alternar con acierto estas con temas anteriores, sin apenas tregua entre canción y canción, exceptuando los pocos segundos en los que sonaba el inicio de la melodía de “The Pink Panther”, obra de otro grande como es Henry Mancini. Todo diseñado para que fuéramos incapaces de rendirnos al desánimo, y optáramos por bailar, saltar o simplemente disfrutar con una sonrisa puesta desde el comienzo hasta el final.

Sus nueve miembros llenaban todo el escenario, y sus instrumentos (guitarras, teclados, percusión, violín, acordeón,  y como no, muchos metales!) ejecutados con el virtuosismo que otorga la experiencia. Un generoso repertorio donde no faltaron canciones como “Black Cat, White Cat Theme”, “Underground”, el acelerante “Boccherini Minuet”, “Unza Unza Time”, “Was Romeo Really a Jerk”, “Ja volim te još / Meine Stadt”, “Fatal Wounds”, y como no, “Djindji Rindji Bubamara”. Ya nos habían ganado con sus canciones, y con esa presentación de los integrantes de la banda en la que Emir renunció a ser él mismo y prefirió que lo conociéramos como Pancho Villa. Pero además, la banda quiso contagiarse del calor del público, bajando del escenario y mezclándose con los asistentes, algo de agradecer y que contrasta con la actitud snob que destilan otras estrellas del mundo del pop y del rock, siempre rodeadas de su halo de inalcanzables.

Hábil mestizaje de estilos musicales (y de idiomas) que bajo la “batuta” de una personalidad carismática como la de Emir, encajaban a la perfección y fluían de manera natural, pese a la abismal distancia de latitudes que en un principio puede parecer que exista entre ellos; desde las músicas folclóricas de los gitanos balcánicos hasta las de América –rumba–, pasando por la música tradicional italiana, sin dejar de lado el rock, el punk, o el vals.

En resumen, el espectáculo del yugoeslavo (así se sigue definiendo en la actualidad) y su banda, no es más ni menos que un manifiesto vitalista y multicultural, al entusiasmo por el disfrute de la vida. Una vida en la cual el drama nos aborda y éste debe ser debidamente combatido por la fiesta, el humor, el desenfreno, la nostalgia, la amistad y el tema sempiterno y universal que es el amor/desamor.

Texto y fotos: Javier Terrádez  @monteolivetanus

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