Crítica de discos – Tulsa – La Calma Chicha 2


Tulsa

La Calma Chicha

Gran Derby/Gran Sol 2015

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Tras un largo descanso de más de tres años, vuelve una de las bandas más interesantes del indie patrio. Los donostiarras Tulsa, afincados en Madrid, que debutaron en 2007 con un buen compendio de pop-folk y americana, Solo Me Has Rozado; se superaron y obtuvieron el merecido favor de la crítica con Espera La Pálida (2010), un desgarrado y fantástico álbum en el que la personal voz de Miren Iza ejercía de perfecto contrapunto femenino al quiebro emocional de un Nacho Vegas. Todo ello compaginado con un sorprendente crecimiento en cuanto a éxito, que les llevó a una nominación de los Grammy Latinos o a que Bunbury consiguiera acrecentar el interés por ellos tras la colaboración de Miren Iza en Frente a Frente de su álbum Las Consecuencias.

Espera La Pálida destacaba por su tembloroso y delicado trasfondo, con melodías en que lo dulce se difuminaba en la amarga llovizna de grandes canciones como Matxitxako o Araña, aunque en medio del desasosiego del que se impregnaba el disco también había momentos como Algo Ha Cambiado Para Siempre, perfecta para llevar de la mano a fans de Christina Rosenvinge y Julieta Venegas.

En La Calma Chicha, disco para el que han cambiado de sello (de Subterfuge a Gran Derby Records), se aprecia un cambio de espíritu que no solo queda en el título. El country-rock, las influencias de Wilco y Cat Power, las guitarras de Alberto Niharra, curiosamente se han ido tras su exilio americano, y ha quedado un pop electrónico más etéreo, pero convenientemente alejados de la excesiva languidez de La Bien Querida. Los contrastes y los ecos de la voz de Miren Iza ayudan a ello, pasando del lamento (“podría pasarme la vida lamiéndome las heridas y aún no cicatrizarían”) al optimismo (“veremos cine italiano…o si prefieres cine francés”) en certeros cortes de pop, como el single Oda al Amor Efímero, toda una capitulación ante el amor. Todo ello sin acabar de alejarse de la angustia contenida de su anterior álbum, como en la notable Leña (“cuánta agua tiene que caer, para que se ahogue este amor”), que abre el disco mezclando kraut y parajes de fondo The XX.

En canciones como Gente Común incluso demuestran cierto olfato para la temporada de festivales, pues esas baterías y programaciones podrían, bajo el filtro de un remix, acercarles a algún triunfo moderado del tipo El Columpio Asesino. Pero las otras perlas del disco vienen en un formato más sosegado, como en la preciosa Los Amantes del Puente, con luminosos teclados a cargo de Charlie Bautista, una demostración de que nos encontramos ante una Miren Iza más serena y tierna que en anteriores discos (“pero eso que llaman orgullo yo no sé lo que es, y cuando yo me doy cuenta es muy tarde otra vez”); o en El Bosque, un dueto con Ricardo Lezón de McEnroe.

De vez en cuando, Tulsa vuelven a sacar las garras del despecho en temas como En Tú Corazón Sólo Hay Sitio En Los Suburbios, explícita y que conecta con antiguos temas (en sentido no en sonido) como Estúpida o Seguramente Me Lo Merezco, aunque los reproches se muestran más adultos y menos impulsivos como en Ay. Un viaje lleno de melancolía e incertidumbre, pero menos invierno áspero, paisajes como de nubes y claros, en este dúctil La Calma Chica, de una banda y una vocalista con mucho que decir.

Juan Pablo Reig


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