Crónica de conciertos. Pops Marítims. Sábado 19-05-2018


La jornada del sábado arrancaba tempraneramente con Jordi Lanuza, el alma de la banda barcelonesa de culto Inspira, en lo que no supone una disolución, sino más bien un respiro necesario para debutar en solitario. Y lo hace ‘Com a casa’ (Bankrobber, 2018) donde se muestra de manera más emocional, íntima y cercana.

A la ternura y contundencia de la guipuzcoana Anari Alberdi, le seguía El Petit de Cal Eril, con su nuevo, mágico, triangular y equilátero disco “△“ bajo el brazo.

Llegó el momento para el que personalmente fue el descubrimiento musical de esta edición del Pops Marítims, Dorian Wood, algo que reconozco que me produce cierta vergüenza, al descubrir que llevan más de 10 años sorprendiendo al público. Aunque de eso precisamente consiste la filosofía del festival, de acercarnos y hacernos visibles a es@s artistas, tanto con una carrera consolidada como aquellas emergentes, alejadas del circuito habitual y que son joyas dignas y merecedoras de ser encontradas y disfrutadas.

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De Dorian Wood había escuchado algunos temas previamente, pero nada comparable a la emoción que llega a transmitir en directo, que es una experiencia que vale la pena experimentar. Nacido en California, establecido en Los Ángeles y con raíces costarricenses y nicaragüenses, y que combina canciones cantadas tanto en español como en inglés, son datos que nos ayudan a comprender todo el universo que conforma su personalidad artística.

Erizante su versión de “Caballo viejo” donde homenajea a su padre. Sus canciones, especialmente las que interpreta en inglés, recuerdan a la sensibilidad e intensidad de Antony & the Johnsons y a la fuerza bruta de Mars Volta.

Con “Corpulenxia” abanderan a “Xalá”, su último trabajo de 2017, grabado en directo en tierras valencianas, en un tiempo record de 72 horas, pero acorde con su autenticidad expresiva. La expresión “Xalá”, es una expresión costarricense de difícil traducción en nuestro idioma (algo así como un “No jodas”) fruto del lamento y la frustración cuando el miembro masculino no consigue la erección, y al no conseguir ejercer su sexualidad, se vuelve humano.

Dorian Wood es capaz de cabalgar entre la suavidad dramática y la violencia desatada, con canciones donde fusiona sin pudor y con naturalidad, el blues, el soul, el folclore de latitudes centro y suramericanas (Chavela Vargas), con el jazz (Nina Simone) y con propuestas musicales más experimentales y avanzadas. Björk, Radiohead, Scott Walker, Swans o El Niño de Elche, son otras de las referencias (conscientes o casuales) de su estética sonora.

Su sentida manera de interpretar no hace otra cosa que hacernos llegar con más fuerza su mensaje, que se convierte en todo un alegato personal y vital, el de un/a artista (¿y que debería importar a estas alturas?) que vence los complejos para hacer una defensa de la igualdad, la libertad sexual y afectiva y contra la xenofobia («Lo que la gente opinan de mí no es asunto mío, sino de la gente’) y que reconoce en “Black Falete” el mejor comentario/reseña recibido, ya que Dorian es y tiene la capacidad para merecer ser considerada, una diva en toda la dimensionalidad de la palabra.

En “La Cara infinita” mostró su parte más pop, animada, desinhibida y sin prejuicios, haciéndose valer también del folk jazz. Con la hermosa y necesaria balada góspel contra el racismo, “Song for the brown children”, vuelve a revelar su espiritualidad al tiempo que muestra su caudal de voz jeffbuckleyiano, y que también recuerda a la primera época de Starsailor.

Dorian es un artista-artesano que valora el detalle y el mimo por sus obras, y es por ello que trata de presentar y explicar cada canción, sin dejar de estar la mayor parte del directo al piano, y que tan sólo lo abandonó en la parte final, ocasión que aprovechó para presentar al resto de la banda. Xavi Muñoz (secuencias,  y voz) y Marcos Junquera, en la percusión. Momento que también hizo suyo para realizar un contenido baile mínimo mientras interpretaba, llegando hasta el espasmo vocal y la posesión.

Con “La segua”, nos muestran su último sencillo lanzado en abril de este mismo año, una canción basada en la leyenda centroamericana de Encarnación, una bella mujer que disfrutaba de su sexualidad sin importarle los convencionalismos (Y que acaba siendo víctima de una maldición). Otra proclamación contra el machismo y el heteropatriarcado imperante.

La misma sinceridad que tiene hablando, la tiene cantando, lo que le convierte en un ser artístico AUTÉNTICO. Descubrirlo y escucharlo ha sido como deleitarse con una verdadera joya, como las que luce sobre en el escenario y presume con orgullo por ser un regalo de su marido por su 43 aniversario. Y es que en cierto modo, Pony Bravo (que actuó la noche anterior) y Dorian Wood, articulaban en este festival una unidad temática constituida por sus componentes de espiritual atávica, de mirada a las raíces musicales cercanas y de elegante crítica humana y social.

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North State nos hicieron bailar en el patio con sus ritmos electrónicos cargados de suave elegancia. El dúo catalán  y norteño (Figueres) formado por los jóvenes hermanos Pau y Laia Vehí, nos reconcilió con la música electrónica “a base” de buenas bases  y una voz cargada de sensualidad hedonista. Cóctel donde no falta el R&B, hip y (trip) hop, minimal, eletro más orgánico y experimental, etc. El final de su actuación fue una explosión ravera de costosa etiquetación (¿trip trap?). Lo que no se puede dudar es de su potencial y futura proyección dada su condición de promesas.

Por último, el festival puso su broche a la edición de este año con la actuación de los alcoyanos We are Not Brothers (WANB). Con un nombre que parece un guiño a Orbital (que si eran hermanos) y a los Chemical Brothers (!que NO lo eran!). Con una cuidada puesta en escena visual, pese a la aparente sobriedad (donde tal vez sobraba el flash frontal dirigido directamente sobre el público…) fueron desgranando los temas de su último trabajo, “III” (Oaculo records, 2018), que cuenta en su grabación con colaboradores como Hugo Mas, Ana Curra o The Suicide of Western Culture, entre otros. Dark, techno industrial, post-rock y un toque kraut, se dan la mano con otras vertientes más raveras y festivas, donde abunda el breakbeat, el jungle y el dubstep.

El Pops Marítims es un festival que merece consolidarse en la ciudad de València, para constituir una alternativa que dé cabida a las propuestas que quedan más ocultas en los márgenes del indie más ‘mainstream’ (que ya están cubiertas por otras citas musicales).

Texto y fotos: Javier Terrádez @monteolivetanus / Juan Bordera @juanbordera

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