Tomavistas desvela su cartel en el escenario del Monkey Week


Bandas como Texxcoco, Side Chick, Pressyes o Mausoleo serán los protagonistas del escenario Tomavistas en Monkey Week 2019 el próximo 22 y 23 de noviembre.

Ya están aquí los artistas confirmados para actuar en el escenario Tomavistas de la próxima edición de Monkey Week, que tendrá lugar en la Casa Palacio Monasterio de Sevilla el 22 y 23 de noviembre. Tomavistas nos presenta una variedad de grupos emergentes con estilos que oscilan entre el neo-punk más garajero, la psicodelia vaporwave, el rock más cañero, el pop meloso y la electrónica, con nombres como Texxcoco, Fornet, Pressyes, Mausoleo o Yana Zafiro.

El nuevo espacio dentro del principal evento de la escena emergente nacional convierte a Tomavistas en el primer festival español que cuenta con un escenario para showcases, y su presencia en esta edición es una prueba de los valores que unen ambas casas: el deseo y la necesidad de descubrir y apostar por nuevos talentos.

Tras sus sonadas actuaciones en los mejores festivales del país, un inevitable traslado a Madrid y el consiguiente fichaje con Subterfuge, el combo canario ha logrado, en apenas tres años, situarse en el pico del iceberg que corona la nueva ola del neo punk garajero y saltarín. Como un chasquido eléctrico, así suena Texxcoco, auténticos herederos del latido irreverente que pregonaban los Devo proto adolescentes. Una mixtura de ruido y color, angst generacional, derrapes en bicicleta, litros de cerveza derramada e incitación a la fiesta, presupuestos estéticos y aspiracionales que entronca con las viejas bandas de surf instrumental, el pub rock más alocado y la new wave pasada por el filtro de The Rezillos.

Diferentes nacionalidades y diversas sensibilidades unidas por un bien común: rescatar el músculo del glam-punk a la manera de unos Garbage infraproducidos, para gloria de los amantes de aquel rock alternativo que jalonó la MTV de los noventa. Side Chick es el proyecto paralelo de la conocida artista estadounidense Maïa Vidal. La acompañan la cantante barcelonesa Scarlett y Eduardo Benatar, baterista de origen venezolano cuya banda, Luz Verde, fue nominada al Grammy. Imagen, desparpajo y actitud no les falta. Posibilidades de petarlo tampoco.

Productor, cantante y compositor con sede en Viene, Pressyes lleva años traabjando en su proyecto musical, una intuitiva y vaporosa declaración de principios donde caben guiños vaporwave, melodías veraniegas y arreglos a medio camino entre los Beach Boys y Ariel Pink. Esto lo ha hecho a la chita callando, ocultándose de todas las miradas, al abrigo de su propio estudio y parapetado tras un sinfín de sintetizadores y equipos analógicos. Este proceso de condensación experiencial ha tenido como resultado una fulgurante colección de canciones por las que se pasean referencias como Air, The Kinks, Beck o Mac Demarco.

Su sonido retro y las oscuras maneras de las que hacen gala conectan directamente con los ochentas de Golpes Bajos, Desechables, Décima Víctima, Parálisis Permanente o incluso Los Burros. Y curiosamente, con todo este montón de deudas echadas a las espaldas, Mausoleo suenan actuales. Lo de los valencianos es una vuelta al pasado en toda regla, un viaje dos décadas hacia atrás con el Delorean preñado de discos de Bauhaus y un buen lote de laca Nelly escondido en el maletero. Tensos, vaporosos, siempre en el límite entre el estallido y la contención, Mausoleo nos devuelven todos los ticks del after-punk clásico con la solvencia y la contundencia de quienes entienden las reglas de este juego que algunos denominan homenaje. Una banda que no hace ascos a rescatar a antihéroes del pasado (Gabinete Caligari, Deribos Arias) con tal de edificar su propia y oscura muralla de nervio y músculo.

La dimensión por la que se mueve  Møura, el nuevo proyecto del ex Lüger Diego Veiga es un cúmulo de feedback, raíces psicodélicas y viejos cultos paganos extraídos de la Galicia más húmeda, ignota y lovecraftiana. Una expresionista puesta a punto de todos aquellos sonidos paridos bajo la sombra de Altamont, pregonando el ocaso del Verano del Amor y permutando stoner caleidoscópico construido con cemento fluorescente y vigas que vibran como un diapasón. La banda nace de una manifiesta obsesión por el kraut, el hard-blues de los primeros Black Sabbath (o incluso Blue Cheer) y el space-rock ácido de los Hawkwind más sumergidos en las fantasías psíquicas de Michael Moorcock.

Un autor de marcada personalidad, atrevido e iconoclasta, capaz mezcla sonidos de rock psicodélico con tintes mediterráneos y desarrollos de cadencias bailables e hipnóticas. La carrera de Jose Domingo es sinónimo de militancia. Tras varios lustros dejando muestras de un buen hacer que, por desgracia, pasó más desapercibido de lo que merecía, la producción del ex vocalista de Psychoine comenzó a arrojar eco entre prensa y público gracias a discos como «Almería» (2014) o «Vertical» (2016). Su vuelta a Monkey Week llega al amparo de un flamante disco titulado «Mientras Dios no mira», una reactivación de la natural destreza de Domingo a la hora de mezclar fronteras, esta vez mucho más embebida por la etérea volatilidad de la psicodelia preciosista y la presencia de la presencia de María Rodés.

El gran secreto de Bern nació en Australia y basta echar un vistazo a su Instagram para acabar prendado por el magnetismo de la joven artista urbana. La música de Jessiquoi fluye de algún lugar entre electrónica arty, el rap, el bhangra, el R&B psicótico, la minería de glitches y la world-music sin red de contención. Su característica voz, sus outfits imposibles y su constante situación, siempre en medio del método y la locura, encarnan una creatividad tan pura como inabordable. Comparada con M.I.A, Grimes y Die Antwoord, Jessiquoi en realidad se nutre de una buena ración de videojuegos, cómics y títulos anime que le sirven de inspiración para esa chaladura extraterrestre repleta de entresijos sintéticos que es su mundo.

Totalmente inmersos en una implacable maraña de ritmos sincopados, espasmos de kraut obsesivo y asfixiantes ramalazos post-punk, los de Limburg (Bélgica) nos devuelven la parásita sensación de que algo va a explotar delante de nuestras narices. Tensos y maquinales, retorciéndose en una alambrada de riffs herederos del NY noise de los noventa, Fornet acostumbran a avanzar, ansiosos y marciales, entre la inquietud y la calma, rebuscando entre minimalistas ritmos de tradición teutona, fraseos robados del hip-hop y salvajes latigazos guitarreros que podría despertar el fantasma de la escuela Sonic Youth de no ser por esa gaseosa nube after-punk que destilan. Tirando de influencias que van de Can a The Skull Defekts, Fornet llevan tiempo depurando su sonido, dirigiéndose hacia una suerte de rock mántrico, crujiente y obsesivo repleto de canciones que despegan como los cohetes de Nolan hacia ese agujero de gusano que es el kosmische 2.0.

Urgentes, incorrectas y premeditadamente afiladas, las chicas de Amparito no hacen prisioneros. Su prosa, crítica y ácida como la lejía, es una lúcida polaroid impresa sobre papel fanzine, retrato atropellado de las aspiraciones de toda una generación de jóvenes treintañeros hastiados por el peso de la vida urbanita. Facturando una suerte de pop-punk de corto minutaje, directo a la yugular, las madrileñas han logrado cosechar en apenas tres años de andadura toda una legión de fieles a su rock garaje desencantado y sin coartada intelectual.

Ucraniana residente en Murcia, Yana Zafiro las tiene todas consigo para terminar convirtiéndose en el nuevo punto de fuga para el pop generacional. Tiene imagen, edita en casette, su mensaje encaja con el voyerismo instagrammer y destila esa de perversa candidez post adolescente que catapultó hace años a Lana del Rey. Desde el regusto a bedroom folk que arrastraban sus primeras maquetas («Hola tío», «Dame Pizza») a sus últimas composiciones, pequeñas joyas de pop lo-fi y sintético cargado de ironía y alienación postadolescente, la nueva obsesión indie de Nabokov ha demostrado una tremenda capacidad para saltar entre sensibilidades contrapuestas sin que se le noten las costuras.

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